Luces y sombras del fenómeno fan
- Jordi Abarca
- 23 dic 2024
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 25 dic 2024
El fenómeno fan surge a raíz de la relación pasional y admiración que hay entre el fan y la figura mediática. El fan apoya incondicionalmente a su ídolo, celebra sus éxitos y llora sus fracasos. Le mueve un sentimiento profundo de lealtad por la persona adorada. Sus seguidores buscan incansablemente noticias sobre ellos, hasta pueden crear un macro grupo humano, como el “Fandom” (comunidades globales de seguidores). Con estas actividades presenciales aprovechan para reunirse y compartir con devoción información de su ídolo. Plataformas como Twitter, Instagram o Tik Tok les permiten interactuar directamente con ellos. En este punto sucede el fenómeno psicológico llamado “interacciones parasociales”, que podríamos resumir de manera sencilla como las conexiones emocionales que las personas desarrollan con figuras públicas sin que exista una interacción recíproca real. Muchos fans defienden a su tótem con fervor, haciendo actividades alrededor de él o ella. En muchas ocasiones no aceptan cualquier crítica o cuestionamiento hacia sus protegidos, y los defienden con un entusiasmo desmedido, pudiendo llegar a ser agresivos y para nada respetuosos. El fenómeno fan descontrolado puede tener su lado oscuro, ya que puede pasar que muchas personas pierdan el norte por alguien hasta llegar a puntos inimaginables. Por ejemplo, podemos llegar a encontrar a personas fanáticas que realicen un gasto de dinero desmesurado que puede desestabilizar su propia economía para comprar una entrada de su artista preferido a precios desorbitados. O también pueden desatender responsabilidades personales, familiares y laborales para poder asistir al partido que ofrece su equipo de fútbol preferido, como si no existiera nada más en el mundo.
Ser seguidor de una persona o conjunto de personas no es ni bueno ni malo. El fanatismo extremo suele esconder carencias emocionales o relacionales y puede conducir a realizar actividades poco saludables.

Recientemente, tenemos un ejemplo claro: los seguidores de la cantante estadounidense Taylor Swift, que mueve masas, llamados popularmente como “Swifties”. Una comunidad devota con unos valores y maneras de pensar similares. Este colectivo, formado por diferentes edades, se siente muy familiarizado con sus canciones, ya que contienen letras autobiográficas que parece ser conectan emocionalmente con cada uno de sus seguidores. En la última actuación de Taylor Swift en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid, muchos fans durmieron en la calle el día anterior al espectáculo para poder conseguir una buena ubicación, para poder visualizar el concierto lo más cerca posible. Algunas de ellas se pusieron pañales encima para no poner en riesgo su localización, ante una posible visita al baño.
La psicología social nos dice que la conexión que experimentan los fans de cualquier “celebrity” entre ellos va en relación con el sentimiento de pertenencia. Estas personas se sienten aceptadas y apoyadas por la comunidad. También se les incrementa la liberación de oxitocina, conocida como la hormona del amor y la vinculación, que les proporciona sensación de bienestar.
La palabra fan proviene del inglés “fanatic” y fue utilizada por primera vez por algunos periodistas a finales del siglo XIX. Los ídolos pueden ser diversos: grupos musicales, clubs deportivos, figuras públicas o personajes ficticios, que se convierten en un reclamo para las masas y en muchas ocasiones representan unos ideales y valores muy bien definidos. También cabe la posibilidad que puedan ser un producto creado por el propio sistema de consumo para que el departamento de marketing de dicho artista o entidad venda objetos relacionados alrededor de su figura, a precios nada cariñosos, o sencillamente para tenernos bien distraídos.
¿Qué le pasa a nuestro cerebro cuando vemos a nuestro ídolo?
La devoción por el ídolo surge a través de la empatía que compartimos con dicha persona famosa, queremos ponernos en su piel, y experimentar lo que él o ella sienten en su vida personal. Esta empatía puede permitir sentir lo que siente su propio ídolo.

Aquí entran en acción las neuronas espejo, un tipo de neuronas que se activan cuando se realiza una acción o cuando se observa a otras personas realizar ciertas acciones delante nuestro. Cuando el fan está en presencia de su ídolo de la forma que sea, su cerebro se activa en estado de euforia, que a la vez libera dopamina, que es el neurotransmisor asociado con el placer y la satisfacción. Esto llega a provocar un cóctel de sensaciones adictivas. Por ejemplo: en el fútbol sería que el propio seguidor o seguidora pueda llegar a sentir el mismo subidón de dopamina que experimenta su futbolista después de meter un gol importante para su equipo.
El ídolo se convierte en algo más que un deportista, un artista, ya que se convierte en un modelo a seguir, con el riesgo de idealizar a esa persona, ya que solo se percibe su lado positivo y para nada lo negativo. Hay que tener en cuenta que son personas como nosotros, con sus virtudes pero también con defectos y que la idolatría y obsesión es negativa y más bien patológica.
Imaginemos que nuestro ídolo, en este caso una cantante, tiene que suspender su espectáculo por circunstancias desconocidas. La fan, que estaba deseando presenciar dicho concierto, de repente frustra su ilusión pudiendo llegar a sentir tristeza, enfado e incluso agresividad. Llegados a estos extremos se puede experimentar el “síndrome del culto a la celebridad” hasta el punto de invadir su intimidad y, en los peores casos, poner en peligro la vida de su propio ídolo.
El fenómeno fan más loco de todos los tiempos: "La Beatlemanía"
El término “Beatlemanía” nació en 1964 cuando los Beatles, la banda de rock más famosa de todos los tiempos, aterrizó en el aeropuerto JFK de Nueva York. El cuarteto de Liverpool formado por John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr presenció cómo más de tres mil adolescentes lloraban y gritaban mientras esperaban para verlos, dispuestas a todo, con tal de compartir un instante con ellos.

Jan Myers, fan de la banda, compartió en el diario británico The Guardian sus hazañas por los Beatles: saltarse las clases y pedalear 30 km en bicicleta para saludar a la banda en el aeropuerto, gatear por el alcantarillado del estudio de grabación, esperar dieciséis horas seguidas a las puertas de Abbey Road o colarse en sus fiestas privadas.
En cada evento del cuarteto de Liverpool había costillas rotas, ataques de histeria, contusiones abdominales, fracturas en los pies y hasta mordiscos a los guardias de seguridad. Estas eran las lesiones más comunes.
Fueron la primera banda en atreverse a celebrar un concierto en un estadio deportivo, concretamente en el Shea Stadium, en el barrio de Queens de Nueva York, a donde acudieron 55.000 espectadores y las entradas se vendieron en 17 minutos. Evidentemente esto ocurrió sin la ayuda tecnológica de las actuales empresas de venta de entradas para eventos musicales que todos ya conocemos. Las ventas eran totalmente presenciales.
Ringo Starr reconoció recibir diariamente doce mil cartas diarias de sus fans, y la periodista Sandy Gardiner definió el fenómeno Beatle como “una enfermedad que los doctores son incapaces de detener”.
Los Beatles no solo cambiaron la música, sino que también marcaron un antes y un después en la cultura y la sociedad de su época.
BIBLIOGRAFÍA
Artículo publicado en The Conservation el 19/6/24 con el título: Fenómeno fan: la ciencia que hay detrás de la veneración por Coldplay o Taylor Swift
Artículo publicado en Psicara psicología con el título: Soy fan de ti. Fenómeno fan, la mirada desde la psicología
Artículo publicado en el País el 31/1/19 con el título: No, ningún fenómeno fan superó jamás a la "Beatlemania" y estas son las pruebas
Video publicado en Psico vlog con el título: Fenómeno fan, celebridades y seguidores
Comments