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HAPPYCRACIA "La felicidad como negocio millonario"

  • Foto del escritor: Jordi Abarca
    Jordi Abarca
  • 4 ago
  • 9 Min. de lectura

Paseando por una librería de Barcelona me encontré con un libro cuyo título, con su portada y contraportada, me llamó rápidamente la atención. No dudé en tomar la decisión de comprarlo para tenerlo en mis manos y empezar a leer su magnífico contenido.

 

Este fabuloso ensayo está escrito por el doctor en Psicología, profesor e investigador en el campo de las emociones y de la felicidad, Edgar Cabañas y la socióloga Eva Illouz. Este libro, altamente recomendable, tiene un curioso y sorprendente título: Happycracia: Cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas (Ed.Paidós)

 

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Para que no queden dudas, el término “Happycracia” se utiliza para describir el fenómeno social de la obsesión por la felicidad (muy relacionada con los bienes de consumo).

 

En este trabajo de investigación precisa se nos informa de muchos datos muy interesantes. Para empezar, habla sobre cómo funcionan los nuevos valores impuestos por la revolución cultural neoliberal -teoría política creada por numerosos economistas- que fomenta el triunfo de la sociedad individualista sobre la colectivista. Resulta fundamental conocer que en 1998 nació en Estados Unidos la Ciencia de la Felicidad y la Psicología Positiva, siendo un movimiento que creció muy rápidamente. Estas ciencias -o más bien ideologías- fueron generosamente financiadas por fundaciones, como la John Templeton Foundation. Esta fue influenciada por el padre de la Psicología Positiva Martín Seligmany. Un dato muy relevante a saber es que muchos psicólogos que forman parte de dicha fundación reconocen abiertamente que las bases del camino de la felicidad pasan por los valores tradicionales religiosos.


Muchas empresas financiadas por estas ideologías las han incorporado en el ámbito político y económico de muchos países. “Esta industria lleva más de veinte años afirmando que el 90% de la felicidad pasa por factores personales, haciéndote creer que los problemas sociales y sus circunstancias no influyen en el individuo”. Hoy en día estas macroindustrias nos bombardean constantemente con mensajes que nos animan a ser felices, a pensar en positivo, a superar nuestros límites y a seguir nuestros sueños.

 

A título personal quiero compartir que si estos mensajes ayudan a alguien a enfocar el día con entusiasmo y a la vez le sirven para no proyectar su propio malestar en personas inocentes de su entorno, me parece muy lícito y respetable. Por otra parte siento que la vida es mucho más compleja y que simplificarla con mensajes tan básicos te puede mantener fuera de la realidad con tintes de razonamiento mágico.

 

Una de las cuestiones más importantes que aborda el libro es el hecho de cómo se ha convertido el imperio de la sonrisa en un negocio (se trata de una industria que genera miles de millones de euros al año). El primer ejemplo lo tenemos con los libros de autoayuda, muchos de ellos escritos por hombres de negocios que te explican cómo evitar los pensamientos negativos para llegar al éxito. En sus últimos años han llegado a duplicar su volumen de ventas. En el año 2019 se vendieron 20 millones de unidades, convirtiéndose en un producto top y se siguen vendiendo magníficamente. En Amazon había hace relativamente pocos años 300 títulos con la palabra felicidad. Hoy en día existen más de 2000 títulos. En la actualidad esta industria global y multimillonaria genera 4’5 trillones de euros anuales con un lema muy claro: ¡Tenemos las claves para ser felices!

 

En la actualidad existen muchas ofertas y productos para todos los usuarios que consumen este tipo de industria. Los podemos encontrar en forma de coaching que actúan como predicadores, mindfulness, psicología positiva, películas, literatura de autoayuda o aplicaciones de móvil, como Happify. Estos dan unos sencillos y prometedores consejos que te explican cómo transformar nuestras vidas con métodos simples para reducir el estrés, superar pensamientos negativos y fomentar la resiliencia.

 

La felicidad está tan en boga que desde 2012 la Asamblea de las Naciones Unidas ha establecido el 20 de marzo como el Día Internacional de la Felicidad.

 

La realidad es que parece ser que -a pesar de todo este volumen de ofertas y consejos maravillosos- muchas personas siguen sin estar bien, llegando a la propia conclusión que, a lo mejor, todas estas técnicas no acaban de funcionar tan bien como predican.


Lo que sí se puede intuir es que todo este capitalismo industrial de la felicidad insiste a toda costa en que todas las personas deben seguir preocupadas y ocupadas persiguiendo la felicidad las 24 horas del día a través de un consumismo feroz.


Uno de sus mantras es: “Estamos obligados a ser felices y sentirnos culpables de no sobreponernos a las dificultades”.

 

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¿Qué nos vende esta industria?

 

La vida está compuesta por un conjunto de técnicas y claves que hay que aprender, ya que esto nos llevará al éxito (tutoriales de cómo ligar, cómo perder el miedo a hablar en público, cómo ser más carismático, cómo ser más productivo, …)

 

Te dice que la búsqueda de la felicidad es general para todos los públicos, ya seas rico, pobre, estés sano o enfermo, nivel de ingresos, educación, género y cultura. No importa, ya que sirve para cualquier tipo de circunstancia. Esta industria ignora las causas estructurales y sociales de la infelicidad como la pobreza, la desigualdad, la violencia y la discriminación. Fomenta constantemente el individualismo para hacernos olvidar el valor de la solidaridad, la empatía y el compromiso social.

 

Nos ofrecen consejos fáciles de entender, recetas fáciles de aplicar, sencillas pautas de comportamiento, ejercicios mentales y de relajación fáciles de ejecutar. Algunas empresas de este sector te venden camisetas y tazas con mensajes positivos y motivadores como: “Sonríe, hoy puede ser un día perfecto”.  Entonces es cuando yo me pregunto: Y qué pasa si me siento triste, ¿tengo que fingir que no lo estoy?

 

Te recomiendan aplicar y escribir frases en un cuaderno sobre ti, dirigirnos a nosotros mismos con frases de ánimo y utilizar, por ejemplo, la antigua técnica hawaiana “ho’oponopono” que consiste en repetir mentalmente frases como:

Lo siento: Reconoce la propia responsabilidad en la situación o problema.

Perdóname: Busca el perdón a uno mismo y a los demás.

Gracias: Expresa gratitud por las lecciones aprendidas y por la oportunidad de sanar.

Te amo: Afirma el poder del amor como energía transformadora

 

Se venden como alternativa mucho más económica que realizar un proceso terapéutico consistente y seguro.

Por ejemplo, un coach se vende mucho más económico e igual de eficiente que un         proceso terapéutico para resolver las dificultades emocionales y relacionales de las personas, igual que un curso de mindfulness y una aplicación sobre la felicidad que es más barato que un curso de mindfulness.

 

Insisten mucho en que todo lo que te venden está basado en la evidencia y que está científicamente comprobado, siendo este discurso una simple estrategia de marketing.

 

Convierten la felicidad en un producto con doble valor: “Las personas más felices son las más longevas de la tierra”.

 

La felicidad es la máxima aspiración del ser humano y todo el mundo quiere ser feliz confundiendo la felicidad con el sentido vital.

 

Nos dicen que la vida no es complicada, que somos nosotros, con nuestro comportamiento pesimista y pensamientos negativos los que nos la complicamos. Que de lo que te ocurre no hay para tanto, que te quejas por vicio o costumbre. Tus éxitos, tu salud y tu satisfacción no dependen de cuestiones sociales, sino de la gestión de tus emociones, pensamientos y actitudes.

 

Nos venden que la felicidad es la continua presencia de bienestar, ya que es un proceso insaciable que no tiene límites. Esta industria te dice que tenemos que perseguirla siempre y, si no la encuentras, es porque tú eliges no experimentarla. Con este discurso queda claro que no tienen en cuenta las condiciones personales de cada individuo.

 

Llegan a decir que la depresión se la genera uno mismo por su mala actitud.

Otra afirmación que venden es: “El que quiere consigue lo que quiere, el que no quiere no lo consigue”.


En principio quiero creer que estas frases las dicen con buenas intenciones, pero con buenas intenciones podemos hacer mucho daño. Con estas afirmaciones pueden añadir más sufrimiento y malestar a las personas del que tienen, aumentando el sentimiento de culpa al verse como responsable de no superar una situación personal.


Esta presión constante de ser feliz puede provocar frustración y ansiedad de no llegar a la tierra prometida. Esto puede generar “hipocondríacos emocionales”: se llama de esta manera a las personas que están en una constante preocupación para ser más felices.

 

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Problemas escructurales y sociales pero no psicológicos 


Las personas no somos responsables de todo, vivimos en un mundo muy complejo y difícil donde influye -y mucho- la inestabilidad económica, la incertidumbre, la competencia,y la escasez laboral, la falta de oportunidades, la precariedad y la desigualdad.


Esta industria afirma que mejorar nuestra vida es cuestión de actitud y fuerza de voluntad, como si todo lo que hemos nombrado anteriormente no fuera importante ni trascendental.

 

Es importante destacar que el discurso de la felicidad también se ha introducido en dos instituciones de gran escala:


El ámbito político: Cada vez un mayor número de países ha abogado por introducir la felicidad como evaluación para hacer un ranking y ver qué países son los más felices.

Todo empezó con la crisis económica del 2008, cuando muchos países se empezaron a preocupar por el nivel de satisfacción de los ciudadanos con las políticas sociales y económicas. David Cameron, tras anunciar en 2007 los mayores recortes de la historia del Reino Unido, decidió que era el momento de sustituir el parámetro (PIB) que permite evaluar la salud económica del país por índices de felicidad. Nicolas Sarkozy en Francia fue el siguiente en recopilar datos estadísticos sobre la felicidad de sus ciudadanos. A día de hoy estos gobiernos utilizan cuestionarios denominados “barómetros de la felicidad”, dudosos y poco fiables, ya que las posibles respuestas de los test son bastante limitadas. También hay que tener muy en cuenta la tendencia general de las personas en afirmar que somos felices, ya que reconocer que no lo somos puede ser vergonzoso. Normalmente en estos cuestionarios de felicidad -en los que la escala va del uno al diez- las personas suelen dar normalmente la puntuación de un siete o un ocho.

 

El ámbito laboral: La felicidad laboral es muy importante para el negocio. A las empresas les importa mucho la felicidad. Estas invierten hoy en día un total de 48 billones de dólares anuales para cuestiones empresariales. Los destinan a servicios de coaching, talleres motivacionales, cursos de mindfulness y de inteligencia emocional, ya que la función principal es aumentar la felicidad de los trabajadores.


En 2007 se creó en España el Instituto de la Felicidad de Coca-Cola para investigar y difundir conocimientos sobre la felicidad, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los españoles.


 

¿Qué resultados obtienen las empresas en base a un meta análisis desde los años 70 hasta el 2000 con toda esta inversión económica?

 

Ellos consideran que los trabajadores felices son más productivos ya que rinden más.

Un buen estado anímico y positivo del trabajador es bueno para un buen ambiente laboral. “Parece ser que no tienes el derecho de poder sentir enfado o sentir tristeza ante una injusticia en el trabajo, ya que consideran que es una emoción negativa”.


Normalmente los empleados que consideran tóxicos mantienen un discurso crítico y no aceptan las exigencias de la empresa.


Los trabajadores felices están más sanos y no cogen tanto la baja, ya que esto representa un coste económico muy elevado (como si las condiciones laborales precarias no influyeran en el estado de salud del trabajador).

También dicen que las empresas con trabajadores satisfechos y felices humanizan más a las empresas. Parece ser que cada día hay más trabajadores con el síndrome del trabajador quemado, un estado de agotamiento físico, emocional y mental, causado por el estrés laboral crónico.


Una de las encuestas más importantes y fiables que se realizan a nivel mundial dice que más del 80% de los trabajadores están muy poco satisfechos con sus trabajos. Parece ser que estas técnicas de la felicidad no acaban de funcionar.

No hace falta ser inocentes para pensar que todo este dinero invertido por las empresas es en beneficio propio.


 

¿Cómo podemos salir de este fenómeno?

 

Para empezar, una buena salida sana es sentirnos más vitales como personas y no buscar la felicidad a cualquier precio, sino más bien quedarnos con las cuestiones esenciales de la vida con la finalidad de ser más verdaderos y auténticos. Sería fantástico poder añadir el cuidado común, la solidaridad y la cooperación entre personas.


En la medida que uno pueda, sería muy bueno y reparador crear vínculos afectivos y participar en comunidades para contribuir al cambio social y así obtener una sociedad más humana y feliz para todos.

 

Para finalizar, es importante destacar que los autores del libro Happycracia: Cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas no están en contra de la felicidad, sino más bien de esta visión tan reduccionista que nos intenta vender esta industria.

 
 
 

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